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Poniendo a prueba Le Creuset: Vajilla al vacío

Foto del escritor: Antonio Antonio

Actualizado: 5 abr 2023

Una sensación gélida atraviesa la columna vertebral cuando uno se da cuenta de que un objeto frágil está en caída libre. El vértigo que produce ver el desenlace de un accidente casero agudiza los sentidos hasta el punto en que el tiempo parece andar más lento. Generalmente sucede en la cocina. Un paso en falso, las yemas de los dedos mojadas o un mal cálculo de percepción es suficiente para que un plato se haga pedazos al estrellarse contra las baldosas.


Hay cierto momento en la adolescencia en el que el cuerpo empieza a crecer de forma tan acelerada que el cerebro no es capaz de mantener actualizada la dimensión de todas las extremidades. Y es por pequeños errores de percepción y de cálculo que los niños a esa edad desarrollan una torpeza infrahumana, casi cómica, que los convierte en el peor enemigo de una vajilla completa.


Los vasos que intentan guardar en las estanterías se estrellan contra otros y al mover los brazos tumban platos y pocillos porque, hasta hace pocos meses, esos mismos brazos eran un par de centímetros más cortos. Mi hijo Mateo tuvo una mala racha ayudando a guardar las cosas de la cocina, y la situación era tan absurda que no podíamos sino reír. Fue entonces que se me ocurrió la idea de hacer un pequeño experimento para ver cuál es la ciencia detrás de los platos rotos.


Con Mateo nos dimos a la tarea de calcular a qué altura y en qué posición los platos de la casa eran capaces de sobrevivir la caída. Lo primero que hicimos fue designar la terraza como el sitio de pruebas, yo ya estaba harto de barrer pedazos de cerámica por toda la cocina. Para limitar los daños colaterales, compramos unas baldosas de prueba para que recibieran el impacto y luego llegó el momento de escoger la víctima. Los platos de la marca Le Creuset fueron todos inspeccionados para encontrar uno que ya tenía el esmalte desportillado en una punta, cortesía de la última vez que Mateo ayudó a poner la mesa.


El segundo paso fue el de establecer dos alturas de prueba; altura de mesa y altura de estantería. Averiguamos que en promedio las mesas están a 85 centímetros del suelo y que los estantes suelen alzarse hasta 185 cm. El resto de la prueba fue divertido. Yo me hice atrás, con cámara en mano, y dejé que el joven prodigio hiciera lo suyo. Ambos confiábamos silenciosamente en que el plato sobreviviera gracias a su robustez. Cayó horizontal desde la altura de una mesa y golpeó la baldosa, que resonó con fuerza al no estar pegada del todo al piso. Oímos el sonido de la cerámica rompiéndose, pero había sido la baldosa la que cedió en el momento del impacto. El plato estaba intacto.


Emocionados y llenos de esperanza, decidimos soltar el plato desde la altura de un mesón. Empinado en un butaco, mi hijo dejó caer el plato casi dos metros en posición horizontal. Otra vez oímos el retumbar de la baldosa seguido del tintineo de la cerámica fracturándose. Entre los escombros de otra baldosa encontramos el mismo plato verde, tal y como lo habíamos arrojado.


Parecía indestructible, como un platillo volador o un disco de lanzamiento olímpico. Así que nos dejamos llevar por el momento y lo volvimos a soltar desde 185, pero esta vez en posición vertical, para que el borde (y no la base maciza del plato) recibiera el golpe. Con algo de dolor en el estómago vi en cámara lenta cómo uno de los platos de mi vajilla europea se convertía en un rompecabezas afilado. Le Creuset no aguantó el golpe de lado, pero por lo menos se llevó también a la tercera baldosa a la caneca llena de cerámica rota.


Me sorprendió la resistencia del plato, que sobrevivió la caída desde las dos alturas en posición plana. En retrospectiva, creo que esperar que sobreviviera la última caída con toda la fuerza del impacto concentrado en un borde era demasiado. No sé si el hecho de que las baldosas no estuvieran pegadas del todo al piso le dio una pequeña ventaja al plato, pero la verdad no quiero seguir experimentado más con mi vajilla Le Creuset.


Mateo llegó con toda una lista de sugerencias para mejorar el experimento, hacerlo de manera más científica y rigurosa, para así llegar a conclusiones sólidas basadas en evidencias. Podríamos escribir un artículo científico si tuviéramos más datos, me dijo esa tarde. Yo le dije que no, que ya habían sido suficientes experimentos y que quedaba eximido de ayudar en la cocina hasta que saliera de ese pico de crecimiento. Porque después de todo, en mi casa yo soy el que siempre paga los platos rotos.


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